KILLING JOKE
Una corriente, una obra o un son grupo (casi) siempre son hijos del contexto, ya sea social, cultural o político. Esas circunstancias, y sin pretensión de hacer un estudio socio-cultural, conforman en gran medida la personalidad y la idiosincrasia de dichas corrientes, obras y grupos. En la mayoría de las ocasiones, especialmente en lo que a música se refiere, esas bandas deudoras de las circunstancias lo son demasiado. Incapaces de evolucionar, se quedan ancladas en lo retrospectivo a pesar del paso de los años. Por contra, en todas las épocas y circunstancias emergen excepciones capaces de ir más allá de lo contextual y trascender. En el caso de Jaz Coleman esa necesidad de trascender cobra un nuevo sentido. Y Killing Joke es sin duda su arma más potente para conseguirlo.
Hace más de dos años, en 2012, Killing Joke vinieron a Madrid presentando su disco Absolut Dissent. Ya que hablaba de lo contextual, mis circunstancias en ese momento me impidieron ir: No tenía un chavo y desconocía, gilipollas de mí, su discografía más reciente. Otros hechos, como que Dave Grohl (odio a ese tipo) hubiera grabado las baterías en su disco homónimo de 2003 pudieron influir inconscientemente en mi confianza hacia sus últimos trabajos. Imperdonable. Fobias y prejuicios aparte, fue a partir de ese momento cuando, como si Jaz Coleman me hubiese imprecado en sueños para sacarme de mi error, comencé a concebir Killing Joke como un todo, un ente pensante por sí mismo del que me tenía que empapar y no malgastar ni ignorar nada.
Lo tribal y Killing Joke
KJ surgieron como algo más que un simple grupo de punk o after-punk. Desde sus inicios trataron de trascender las simples etiquetas. De hecho, como destaca Jorge Calvo en este artículo, lo raro es escuchar a Jaz hablar sobre música. Y cuando lo hace, “reniega” del punk, asegurando que se encuentran más cercanos a lo tribal, a la búsqueda de un nuevo folklore, que a los sonidos que se suponía que les pertenecían. «Siempre consideramos la batería como el instrumento que lo regía todo. Big Paul (el batería) bebía de la tradición celta de percusión, y queríamos reinventar o establecer una percusión tribal moderna de estilo anglosajón», dice Jaz. Y sí, los marciales ritmos de Big Paul lo inundan todo en los seminales KJ, conformando una oda a la repetición. El propio Big Paul definió su música como “el vómito de la tierra”. Ritual, paganismo y nuevo folclore británico. Ahí queda.
El concepto de lo tribal no es algo sólo musical en Killing Joke. Lo tribal, lo simbólico y la salmodia en búsqueda de algo supra o infraterreno forman parte del ritual. Killing Joke así lo entienden y lo muestran en su música. Fire Dances es tal vez el mejor ejemplo de disco dedicado enteramente al ritual en su sentido más tradicional –en lo lírico- y donde la percusión de Big Paul se muestra más pura y simple en sus reincidentes ritmos. Fire dances es también el primer gran punto de inflexión estilístico y, por qué no, conceptual de la banda. La crudeza primigenia se transformaría en un nuevo sonido, un polémico giro a terrenos cercanos a la New Wave y a estructuras más pop.
Wardance en una de las míticas Peel Sessions, un buen ejemplo del “nuevo folklore británico” de Killing Joke:
Curiosamente son de esa última época algunas de sus canciones más recordadas (Love like blood o Eighties por ejemplo). Los tribalismos pasaron en esos años a un segundo plano y el peso de la banda recayó en el histrionismo de Jaz y en sus miras hacia otros sonidos, amén de sus incursiones esotéricas. Lo resultante fue un pop elegante, oscuro y típicamente eighties, con profusión de sintetizadores y grandilocuentes arreglos, para muchos críticos y fans algo alejado de la esencia de la banda. Big Paul se despidió y con él el primitivo sonido del grupo.
Un ejemplo de la época New Wave de KJ: Adorations, perteneciente a No Way Out But Forward Go:
Muerte y resurrección: el círculo se cierra
Era evidente que el final de Big Paul en Killing Joke había sido un final abierto. Jaz Coleman retomó la banda con nuevos miembros y los 90 fueron una época prolífica en la que KJ encabezó, junto a Ministry, Prong o Godflesh, cada uno a su manera, una nueva ola de sonidos crudos, rabiosos e industriales muy adecuados para la época. Una nueva reunión, ya en los 2000, dio como resultado el segundo disco homónimo de KJ, deudor de la crudeza industrial de los 90 y también de su alto contenido político.
Sin embargo fue el álbum de 2006, Hossanas from the basements of Hell, el que supuso el verdadero cambio, el retorno al espíritu primitivo del grupo: el ritual en su grado mayor. El disco retomó la tradición esotérico/tribal que dejaron de lado tiempo ha y que habían retomado en los 90 de diferente manera. Lo que nunca cambió, y así me hizo ver Javier Calvo en el artículo antes citado, es que la concepción de los conciertos como ritual colectivo, del tipo que sea, siempre ha estado en la identidad de Killing Joke. En cualquier caso, fue en Hossanas donde Jaz Coleman retornó al papel de druida y retomó el símbolo de la pintura facial como máscara.
En el videoclip de la canción homónima de Hossanas (…) se puede observar la vuelta a la estética ritual:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=Kaz9z_8Lwt8[/youtube]
En 2008 murió el gran Paul Raven, por aquel entonces bajista del grupo y que ya lo había sido en los 80. Esta desgracia abrió, literalmente, una nueva puerta hasta entonces cerrada. El line up original del grupo –Jaz, Paul, Geordie y Youth– se reencontró en el funeral de Raven. “Nos dimos cuenta de lo importante que era Killing Joke para nosotros”, aseguraba Coleman poco después. Poco después la banda original se reunió de manera oficial. Big Paul había vuelto, el círculo se había cerrado y el ritual postmoderno de Killing Joke renacía con los mismos mimbres que hacía dos décadas. Varios años y dos álbumes de estudio más tarde Killing Joke siguen (muy) activos. El nuevo círculo parece no tener visos de cerrarse.
Texto por Carlos Fernandez Marcote
Postdata: Dejo las disquisiciones esotéricas del Señor Coleman para un futuro texto. Merecen la pena.
PD 2: Pensaba ver antes de escribir el texto The Death and Resurrection show, el documental sobre la banda, pero no lo han proyectado en Madrid y la logística internetera me está fallando.