El músico canadiense Devin Townsend, publicó el pasado marzo «Empath», su nuevo disco. Cuando lo escuchas, te das cuenta de la maestría de Townsend en el estudio. El músico es capaz de hacer lo que le viene en gana. Sinceramente, no sabemos dónde será capaz de llegar después de esto. En «Empath» ha mezclado más que nunca todo tipo de influencias y matices. Abrumador, este trabajo no va a dejarte impasible en ningún momento. «Empath» contiene dos discos repletos de total locura, creatividad desbordante y control absoluto del sonido.
Hace ya tiempo que Devin factura trabajos luminosos, llenos de épica y gloria, con muchos coros, extrema grandilocuencia y una claridad prístina en la producción. En «Empath» podemos escuchar su extravagante visión «ultra prog/metalera» llevada hasta el límite.
Elementos sinfónicos llenos de una extraña solemnidad que parecen sacados del universo Dreamworks alejarán a los fans del Devin más extremo. Por poner un ejemplo, «Requiem» podría ser la banda sonora de cualquier producción de Hollywood tranquilamente.
Hallaréis momentos de gospel raro (como en «Evermore») bien mezclados con extrañas cadencias metaleras, voces marca de la casa y arreglos futuristas jamás escuchados en un disco. Esta muy claro. Townsend ha creado su propio estilo musical.
Escuchad el comienzo de «Hear Me»: Uno no sabe que demonios está escuchando. Las baterías dan terror, al igual que las voces extremas. Los arreglos son alienígenas y la intensidad es insana. Verás como cuando llegues al mega bombástico estribillo, tienes la boca abierta. Es posible que si Strapping Young Lad hubieran continuado, sonaran así.
Si empezáramos a escuchar la obra con «Why?» por ejemplo, jamás imaginaríamos que podríamos encontrar después. El tema contiene momentos orquestales, castañuelas y voces líricas, momentos guturales y operísticos. Hay humor y desparpajo a raudales. Es evidente que Townsend no tiene que demostrar nada a nadie. Es totalmente libre. Y se deja llevar por las alucinantes ideas que cruzan por su cabeza sin ponerles límite conceptual alguno y sobre todo, sin miedo.
«Borderlands» por ejemplo, con sus 11 minutazos, parece que viene de otro planeta. Polirítmias, electrónica del siglo 30, arreglos de guitarra que parecen sacados de un Vai colocado, una mentalidad Zappa que lo impregna todo… y mi cabeza dando vueltas en espiral tratando de asimilar la avalancha sónica que se me viene encima.
Otro ejemplo: «Singularity», que dura 23 minutos, separados en 6 cortes. ¿Cómo condensar semejante tema en unas líneas? Es imposible.
Gran explorador, auténtico chamán y virtuoso, Devin Townsend marcha hacia la inmortalidad con paso firme. Totalmente ajeno a modas y firmemente apoyado en una enorme base de fans, nos dará, sin duda alguna, muchas más sorpresas en el futuro.
Mejor haceos con el disco directamente. Es ridículamente barato, si tenemos en cuenta lo que contiene y lo que ofrece escucha tras escucha. Tratad de digerirlo sin prisa. A mi me cuesta encontrar el momento, pero cuando logras sumergirte, la experiencia es casi mística. Los caminos musicales por los que se aventura el canadiense son aún desconocidos y eso siempre es bueno para los que amamos la buena música y queremos descubrir mundos nuevos.
¡Saludos!