Dødheimsgard: «A Umbra Omega»

Dødheimsgard: «A Umbra Omega»

 

Ante nosotros tenemos el esperado “A Umbra Omega” de los noruegos y apocalípticos Dødheimsgard, desde hace tiempo conocidos como DGH. La verdad es que ya sabíamos de la vuelta de Aldrahn al grupo, pero ha sido una agradable sorpresa (not) el escuchar al vocalista original, desaparecido desde 1999, cuando la banda lanzó “666 International”, hacia el final de la denominada “Segunda oleada Black metal”, álbum que arraso con todo lo que se había hecho hasta el momento y que inspiró a multitud de músicos y bandas a romper los límites establecidos, a fusionar géneros y apostar por el mestizaje.

Con “Supervillain Outcast” (2007), casi una década más tarde, los fans del grupo, se tuvieron que hacer a la idea de que DGH seguirían ahí, pero con una voz y un lenguaje distintos a los de siempre. Kvohst, el tipo que se ocupó de las voces (vaya papeleta), nunca llegó a convencer y aunque realizó un excelente trabajo, dejo algo coja a la banda, aportando, eso sí, más registros y unas líneas vocales más técnicas, pero menos peligrosas, venenosas y emocionales que las del zumbadísimo Aldrahn; personaje que gusta de rebozarse en el error, la mierda, el caos y el esperpento, sin importarle demasiado sonar como un deficiente mental si los textos o el tema lo requieren.

«A Umbra Omega» comienza con “The Love Divine”, que es una introducción extraña, de matices electrónicos, muy tratada a nivel de producción y que nos sitúa rápidamente en el mundo psicótico de Vicotnik y compañía. Escuchándola, ya sabemos que algo malo nos va a caer encima y que estamos a la puerta de un largo y tortuoso viaje musical, que nos conducirá a los lugares más recónditos de la psique de sus creadores.

Esta breve introducción deja paso a “Aphelion Void”, una suite de 15 minutos, que nos lleva de vuelta al black metal experimental de “666 International”, con una producción a caballo entre el “Supervillain Outcast” y aquel. La presencia de Aldrahn, sin embargo, se nota y dota al álbum de una intensidad enfermiza. De repente, nos encontramos entrando y saliendo de esas partes calmadas y atmosféricas que tanto contrastan con secciones más cañeras. Los dinámicos extremos, marca de la casa; son ya una fórmula patentada, que funciona y muy bien. Estos fragmentos musicales, parecen interpretados por Fleurety primero (con esos saxos y base rítmica tan característicos) para después virar hacia el terreno de Ved Buens Ende, con fuertes ramalazos de los flipantes Virus de Carl-Michael Eide.

Las voces reptan entre los pliegues de nuestro cerebro, lacerándolos y recitando bizarros poemas; suenan intensas, diabólicas y mutantes. El tema avanza, sombríamente coloreado, por saxos y pianos, para tornarse en un black metal muy atmosférico y rápido, interrumpirse otra vez y dejarnos de nuevo en remansos lentos, articulados con arpegios y ritmos oscuros, llenos de misterio y magia, hasta que, no sabemos muy bien como, termina en un acústico (cosa que nunca imaginamos escuchar en un álbum de Dødheimsgard) que se alterna con partes blackers al más puro estilo Vicotnik.

“God Protocol Axiom”, el segundo corte -con una hostia repentina e inesperada- nos arrasa con otra de esas partes blackers, ultra rápidas y de riffs enrevesados y saturados, con ese sonido áspero de guitarras, tan típico de la banda. El trabajo de Sekaran AKA Terghl, el desquiciado batería, es digno de reseñar, ya que aporta unos ritmos veloces pero marcianos -innovadores- alejándose y volviendo a las cadencias clásicas del estilo, dando la sensación de que puede suceder cualquier cosa en cualquier momento.

A nivel instrumental, el álbum es un mapa de las nuevas sonoridades que vendrán (esto ya ocurrió en el 99 con “666”). Cada instrumento explora y se interna en nuevos patrones de existencia, creando nuevos puentes, nuevas conexiones, nuevos receptores. Escuchad sino la estrofa: es una autentica pesadilla sónica, con un riff hecho de extraños armónicos tratados con delays. Se perciben sonoridades que jamás habíamos oído. La canción vuelve a coger el camino de los medios tiempos hipnóticos y progresivos, con las voces de Aldrahn resonando como las de un poseso… entre pianos y texturas extrañas difuminadas en ambientes industriales, llenos de acoples, sintetizadores y chirridos metálicos… Las partes vocales armonizadas, que empezaron a esbozarse en “Supervillain”, están aquí perfectamente dibujadas, son mucho más efectivas y están mejor terminadas.

Da la sensación de que tenemos a una superbanda explorando pasajes y lugares donde jamás se había llegado, con una seguridad y una madurez que inspiran y abren puertas musicales a todos los que vengan detrás. El final del tema suena a “Road” del “Carheart” de Virus.

“The Unlocking” vuelve a comenzar fuerte. Suena austero y afilado, parece que va a parar pero continua, y después, si, se detiene. De pronto, escuchamos extraños segmentos atmosféricos y a medio tiempo, para pasar a uno de esos spoken words de Aldrahn, (que suena peor que nunca) entonando como un demente, dejándose llevar en el estudio, arropado por esas partes de coros oscuros, pianos estrambóticos y texturas demenciales. Hacia la mitad del tema, un interludio nos sitúa en la fábrica de la portada del “666”. Esta parte, muy conseguida, tiene unas atmósferas muy industriales, hábilmente mezcladas con guitarras acústicas, coros y ritmos Fleuretianos. Aparece el Black rápido y sin tregua otra vez. El tema sube y baja, a veces contundente, a veces, ponzoñoso, a veces burlón… Y de nuevo nos encontramos con esos pianos que brotaron como verrugas en el “Satanic Art” y que acompañan, mientras repiquetean con una sonrisa enfermiza, al resto de instrumentos desde entonces. El final es… no se cómo llamar a eso.

“Architect of Darkness” tiene un maligno regusto a Ved Buens Ende, Virus y a Fleurety. Las voces son lo más extraño y alucinante que he escuchado en mucho tiempo. Con un Aldrahn, que corte tras corte se revela como el jefazo que es, totalmente en trance. Sin miedo, vocaliza, grita y berrea apoyándose como un monstruo deforme de diez patas en cajas, bombos, riffs o lo que le echen… Los coros melódicos, al borde mismo del desafine, aportan un toque psycho al tema, que llega a una parte sinfónica, perversa, pesada y pegajosa; en la que un sintetizador evoluciona como una escalopendra que busca alimento entre los escombros…

El tratamiento de las guitarras es vanguardista, tanto a nivel de producción, mostrándonos combinaciones de efectos muy locas; como a un nivel interpretativo, enseñándonos lo bien que pueden tocar Vicotnik y los suyos y lo mal que lo hacen… dejando sin terminar los riffs, interrumpiéndolos cuando les viene en gana, saturándolos de efectos, etc. Sobre 7:20 (quizá uno de los mejores momentos del disco), Dødheimsgard aparecen en nuestra mente como una ventana lovecraftiana (abstracta y deforme) a otro mundo que todavía no conocemos. Nos transportan allí unos instantes, dejándonos solos y rodeados de una oscuridad que sabemos esconde a enormes bestias… para volver a lo suyo a los 8 minutos y colocarnos «a salvo» en una de sus partes kafkianas…

Más tarde el tema vuelve a mutar en un Black agresivo y rápido, muy melódico y extremo… todo lo épico que pueden sonar estos tipos.

El álbum termina con el Supervillano “Blue Moon Duel”, de esqueleto similar a algunos temas del anterior trabajo, pero que mejora ostensiblemente con las voces del enloquecido y visionario Aldrahn, que suena como un chamán del apocalipsis. Un sacerdote negro, de rostro pintarrajeado, que levita a través de calles arrasadas en ciudades destruidas…

Los teclados, tienen un rol más protagonista en este tema, aportando sonoridades solemnes y frías… Las baterías se entrelazan con las guitarras, creando partes que nos recuerdan a un carrusel destrozado que gira sin parar. A los cinco minutos, de nuevo nos encontramos en esa fábrica abandonada, llena de charcos y atravesada por vientos helados, entre los que aparecen saxos al más puro estilo del “Perdition City” o del “William Blake” de Ulver, cosa que por cierto no conseguimos explicarnos, a pesar de conocer la capacidad que tiene toda esta gente de mezclarse entre sí. Más Black Metal, más pausas, más pianos, más distorsiones, caña, tranquilidad, coros, berridos… A los 9 minutos de tema, el fantasma, apenas visible ya, de Ved Buens Ende se nos vuelve a aparecer… Para ser aplastado por una andanada de riffs blackers. Para finalizar el álbum, de nuevo los pianos rotos, aporreados… una despedida maleducada y decadente que nos deja medio idiotizados y preguntándonos que es lo que esta banda tiene preparado para su próximo lanzamiento… ¿Dónde van a llegar?

En fin, un trabajo inclasificable, vanguardista y arriesgado… Muy recomendable para todos los adeptos a DGH y para aquellos que gusten de mirar más allá de géneros y etiquetas. Muy probablemente, el disco del año. Y digo del año, por que sin duda, necesitaras escucharlo a lo largo de los meses que le quedan a este 2015, para digerirlo y apreciarlo en todo su asqueroso esplendor…

Esperemos que Dødheimsgard se acerquen por aquí para mostrarnos como funciona todo esto en directo.