El Doom. Capítulo 1. «La gigantesca sombra de Black Sabbath»

El Doom. Capítulo 1. «La gigantesca sombra de Black Sabbath»

 

Hace ya más de cuarenta años, los míticos Black Sabbath, se plantaron en los escenarios de la industrial Birmingham tocando una nueva clase de Blues Rock, influenciado vagamente por el Jazz. Pensadlo: Algo debía tener este núcleo urbano, llamado “La ciudad de los mil oficios” y situado en pleno centro de Inglaterra, en el ambiente. Los propios Sabbath, los Judas Priest y los Napalm Death se formaron allí. Casi nada.

El “Flower Power” estaba ya quedando atrás. Los hippies fracasaron y lo único que obtuvieron fue una revolución fallida y un buen puñado de cerebros dañados de tanto LSD. El Rock Psicodélico estaba aún en auge, aunque empezaban a despuntar bandas que tocaban más duro: Led Zeppelin, Deep Purple, los increibles Cream, etc.

Los sonidos oscuros y la caña Heavy estaban a punto de explotar. Y nuestros protagonistas fueron, sin duda alguna, el detonador. Además de crear lo que hoy se conoce como Doom, fueron el embrión de toda la música Heavy Metal que conocemos hoy en día.

Black Sabbath tuvieron un éxito masivo desde prácticamente su formación. Eran muy buenos en directo, aunque las radios no programaban su música. La crítica los tachaba de drogadictos (y no andaban muy errados), de ruidosos y de chabacanos. Aun así, los Sabbath se hicieron con una base de fans fija, que pasaba de los mass media, que crecía exponencialmente y que esperaba con ansiedad su siguiente movimiento. Esta saludable tradición se ha mantenido entre los fans del Metal hasta hoy en día.

Los Sabbath, en un principio, se llamaban Earth, justo después de que Tony Iommi dejara a los Jethro Tull, banda en la que estuvo un tiempo y en la que, según sus declaraciones, aprendió bastantes cosas sobre el music business. Earth giraron y trabajaron duro. Incluso consiguieron un contrato para tocar en el Star Club en Hamburgo, mítico escenario que años antes, sirvió de catapulta a los mismísimos The Beatles.

Confundidos a menudo con otra banda llamada igual, decidieron cambiar de nombre. En aquella época, la intención de nuestros protagonistas no era precisamente artística. Esto es lo que cuenta Ozzy Osbourne sobre su motivación:

Para ser sincero, la única razón por la que hacíamos música era para salir de nuestros trabajos cotidianos de mierda. No teníamos ni idea de lo que estábamos haciendo. Cuando hicimos el primer disco, por ejemplo, teníamos un mánager de Birmingham, Jim Simpson, y todo lo que dijo fue: Cuando hagáis vuestro próximo concierto en Suiza, ¿por qué no paráis en un estudio en Soho y grabáis algunas canciones en una cinta?

Recuerdo que fue en una pequeña casita, y era la primera vez que grabábamos. Lo teníamos todo hecho en 12 horas. Si me preguntan qué es lo que pienso después de 40 años después, todo lo que puedo es decir es que me gustaría hacer un disco ahora así de rápido.

En lo musical, además de hacer absoluto protagonista al riff, y reforzar con un bajo más activo las partes rítmicas de guitarra, incorporaron pasajes lentos y armonías llenas de oscuridad, en algunas de sus composiciones. Estos desarrollos mitad folkies, mitad atmosféricos fueron otra seña de identidad del grupo.

En 1969 consiguieron plasmar la idea, en el single “Evil Woman”. La afinación grave de la guitarra de Tony Iommi ayudaba a que destacaran. Hablemos sobre su accidente y el porqué de esta afinación. Si, vamos a detenernos aquí un rato. Podéis saltaros esta parte si queréis o ya la conocéis. Voy a copiarla aquí por si acaso. Estaréis conmigo en que merece la pena.

Lo espeluznante, hace su aparición en una historia jodidamente real y que el mismo Iommi cuenta en un documental para VH1. El guitarrista ya había decidido dejar su trabajo, y dedicarse por completo a la música, era su último día en la fábrica. No había mucho que hacer.

Entonces le piden a Iommi que se ponga a cortar metal, ya que la persona que lo hacía normalmente faltó. Iommi fue colocado enfrente de una máquina que doblaba y cortaba metal. Y por supuesto, el futuro icono de la guitarra no tenía ni puta idea de cómo manejarla. En un momento dado, Tony se distrajo y… boom. Es duro imaginar la mano de Iommi aplastada, a él tirando y sus dedos desgarrándose.

Tras el shock inicial, los médicos le dijeron que se olvidara de tocar (obvio). Pero Iommi no se iba a conformar con esto, e inventó sus propias prótesis para poder seguir tocando. Geezer cuenta que solían usar tapones de botellas de lavavajillas. Iommi las derretía sobre sus dedos y ponían tiras de cuero encima para mejorar el agarre. Wow. Con la tensión de las cuerdas afinadas en mi, era imposible seguir tocando ya que estaban demasiado duras. Así que bajaron un tono y ese sonido profundo y poderoso, nació entre truenos y relámpagos. Hijo de la fatalidad y la mala suerte.

Geezer Butler, por aquel entonces, estaba muy metido en el rollo del ocultismo. Según cuenta, su casa estaba pintada de negro. Había cruces invertidas por todas partes y solía leer a menudo sobre satanismo. Al parecer (siempre según las declaraciones del bajista) Ozzy le regalo un libro sobre brujería. El libro era muy antiguo. Siglo XV. Geezer estuvo ojeándolo y tuvo un horrible presentimiento. Aquella noche tuvo una visión. Una figura oscura apareció a los pies de su cama. Y estuvo observándole.

Sobre aquella experiencia, está basada la letra de “Black Sabbath”, uno de sus temas más oscuros. La banda era muy consciente de que aquel material era muy distinto a todo. Y se preguntaban como reaccionaria el público en los clubs cuando la oyeran. Debió ser increíble ver todas esas caras cuando por fin lo hicieron por primera vez.

Una vez observaron las reacciones de su público, comprendieron que aquel seria su concepto. Cambiaron su nombre y se propusieron atemorizar a todo el mundo.

Black Sabbath grabaron su primer álbum en solo dos días y les costó una miseria: 600 pavos. Para dotar a su disco de un ambiente paranormal, el grupo hizo algunos overdubs en el estudio y se añadieron a las pistas ya grabadas, sonidos de lluvia y campanas.

Recordad que la crítica fue feroz con ellos. Pero Black Sabbath entraron a los primeros puestos de los charts directamente.

Para cuando grabaron el single de “Paranoid” en el 70, la banda ya era bastante conocida y sorprendentemente, su nueva canción llegó al número 4 en las listas inglesas.

Brujas, depresión, paranoia, muerte… los textos que solía escribir Geezer, ayudaron a diferenciar a los Sabbath de sus contemporáneos. El hecho de que Ozzy los berreara, con ese toque psycho, hipnotizaba a las masas, que no apartaban la vista ni un momento, esperando cualquier salida de tono del vocalista.

Fragmentos de temas como “War Pigs”, “Cornucopia”, Electric Funeral”, “Under the Sun” o “Iron Man” son otros ejemplos del sonido Doom. La verdad es que, escuchando el material desde una perspectiva actual, los Sabbath, en su etapa con Osbourne, sonaban mucho menos tenebrosos de lo que uno podría suponer, viendo toda esa imaginería y marketing que siempre los acompañó.

Hay que saber situarse en el contexto de la época e imaginar el impacto que tenían estas canciones y la arrolladora personalidad de los componentes de la banda. No olvidemos que, al principio, los Sabbath buscaban atemorizar al público con su música.

Podemos encontrar Doom, tal y como lo conocemos hoy en día, en la música de los Sabbath. Hay algunas partes que son más evidentes y otras no tanto. Pero sí. Ese sentimiento maligno y místico está ahí, de alguna u otra forma, en casi todos sus temas. Incluidos los más marchosos y alegres. Incluidos los que llevan panderetas. En los que el viejo Ozzy trata de sonar como Lennon y McCartney también. Es – ¿cómo explicarlo? – una energía impía que impregnará cada uno de sus pasos: portadas, temas, textos, fotos, etc.

Y los miembros de la banda (y otros grandes músicos que se relacionaron con ellos, como Rob Halford o Dio) han hablado de “esto” en reiteradas ocasiones cuando se les ha preguntado. Investigad sobre las míticas cruces que portaban en el pecho, las supuestas presencias en los locales de ensayo y escenarios, etc. Está todo ahí.

Por otra parte, los excesos y el desfase estuvieron siempre presentes. Los miembros de la banda se ponían hasta las orejas de todo tipo de sustancias. Los fans que acudían a los bolos se contagiaban del desenfreno. Leamos que cuenta Osbourne sobre el Headbanging:

“Yo solía mover la cabeza en el escenario, pero sinceramente no sé si fui el que comenzó a hacerlo o si sólo era lo que tenía que hacer”

Y Bill Ward:

«Salió de nuestro control hasta el punto de que mucha gente hacía headbanging con sus cabezas metidas en cabinas de altavoces. Es decir, la gente se provocaba hemorragias cerebrales. Uno de ellos murió, creo.”

Mucho más tarde, cuando se expulsa a Osbourne y entra Dio (que procedía de la banda Rainbow) la fusión entre el Dark Rock que practicaba la banda y el bagaje Hard Rockero que aportaba el pequeño gran vocalista, terminó por perfilar todo este asunto del Doom. “Heaven and Hell” (1980) y “Mob Rules” (1981) fueron muy importantes para muchas bandas que empezaban y que fueron hipnotizadas por la calidad y el poder que desprendían los de Birmingham.

Black Sabbath implantaron cierta clase de feeling, que todavía hoy, las bandas más modernas incorporan (o lo intentan) a sus composiciones. Un halo oscuro que mezcla velocidades lentas, melancolía y malignidad. Toda banda doomer que se precie, incluirá tarde o temprano un riff homenaje a la banda primigenia en alguno de sus temas. Debe hacerse y punto.  Este homenaje también se verá posteriormente en la imagen de los músicos (clones de Butler, pantacas de campana, bigotes a lo Iommi, etc.) y claro está, en el artwork y los diseños.

 

Bandas contemporáneas, como los Pentagram (de Virginia, USA) capitaneados por Bobby Liebling (ya estáis viendo el alucinógeno documental dedicado a su persona “Last Days Here”), evolucionaban al mismo tiempo en los USA. Pese a sus muchos cambios de formación, Pentagram se mantuvieron en la brecha, a un nivel underground, durante su primera década de existencia. Para cuando grabaron su primer álbum “Pentagram”, a mediados de los 80, el Metal Extremo ya daba sus primeros pasos.

Pentagram eran nombrados a menudo entre las influencias de los nuevos grupos, junto a Sabbath. El grupo ya había grabado bastantes demos y sencillos y lograron un éxito moderado. Liebling tenía mucho carisma y una personalidad arrolladora sobre los escenarios. Escuchad “Be Forewarned”, “When the Screams come” o “Forever my Queen” para haceros una idea.

Muchas de esas piezas, que podían escucharse en los directos del grupo, no se grabaron hasta años después. Tras una caótica carrera, erráticos movimientos y adicciones peligrosas, Liebling consiguió centrarse y todavía rockea con ese estilo tan particular que le caracteriza, tras haber sido “rescatado” varias veces a lo largo de su carrera.

A finales de los 70, ya eran varias bandas las que se internaban en este terreno musical. La semilla del Doom ya había arraigado por aquel entonces. Poco a poco, surgieron más combos que interpretaban piezas lentas, intensas y majestuosas a lo largo de toda Europa y Estados Unidos e incluso en Japón.

 

La Flower Travelin’ Band, fundada en 1968 en Tokio, es un forúnculo de curiosa forma Doom. Aunque sus composiciones se basan en una especie de obsesivo Rock ácido, es innegable que de alguna forma, supieron aglutinar a los Crimson, Hendrix, Cream, etc y pasarlos por su batidora nipona. Al parecer su miembro fundador se empapó muy bien de las corrientes musicales de finales de los 60, en sus viajes a Inglaterra. En su primer álbum “Challenge” se versiona a varios artistas, entre los cuales encontramos, nada menos que a King Crimson, The Animals y, adivinad: Black Sabbath. Su álbum más famoso “Satori” (del 71) es un artefacto digno de estudio para los arqueólogos Doom. Tiene partes realmente oscuras y poseedoras de este sonido que crecía entre sobrecogedores gritos demoniacos.