Ulver en directo en Irving Plaza, NYC, 21 de Marzo de 2019

Ulver en directo en Irving Plaza, NYC, 21 de Marzo de 2019

La manada multiforme y cambiante que compone Ulver descendió desde la montaña en Nueva York. Cayeron sobre un rebaño que había agotado las entradas dos noches seguidas en Irving Plaza, sala de conciertos aledaña a la céntrica plaza de Union Square, en Manhattan. Nadie en los alrededores parece percatarse de la emoción que llena el local mientras esperamos que comience el espectáculo. Una desconcertante fila nos recibe complicando inesperadamente la adquisición de merchandising.

Ulver se prodigan poco en los escenarios, y menos aún en el Nuevo mundo, por lo que la expectación es alta. Sin llegar a la hora y media de concierto, y con pocas palabras desde el escenario, la banda presento sus últimos trabajos hasta la fecha, “The assasination of Julius Caesar” y el Ep “Sic gloria transit mundi” en su integridad. Nada es sencillo o simple cuando se trata de Ulver, y lo que gran parte del público esperaba del concierto acabo evolucionando hacia territorios desconocidos en los que los noruegos se mueven con la elegancia del lobo que acecha a su presa.

Todas las consideraciones que rodean sus últimos lanzamientos, la confusión y la sorpresa de parte de su ferviente comunidad de fans anunciaban una velada interesante. En el formato “A night with…”, los lobos prescindieron de teloneros y abrieron el concierto con una breve introducción instrumental antes de dar paso a los ritmos electrónicos con los que comienza “Nemoralia”. Los dos trabajos más recientes de Ulver son trabajos de pop electrónico que atesora el espíritu de los años ochenta, un género bastante inesperado incluso para una formación que lleva experimentando con la forma y el estilo las dos últimas décadas.

 

El manto de oscuridad con el que cubren las canciones y la profundidad histórica y filosófica de sus letras, que conectan mitologías griegas con sucesos de la segunda parte del siglo XX, son matices que dan colores amenazantes y nebulosos a unas composiciones que recuerdan a The Cure o a los Depeche Mode más oscuros.

El material en directo gana contundencia, principalmente por el planteamiento que el colectivo ha elegido para esta serie de conciertos. Dos sets de percusión y baterías, guitarra, dos sets de programación, además de pads utilizados por el cantante y lobo alfa del colectivo, Kristofer Rygg, conforman una propuesta contundente que mezcla con un gusto exquisito el espíritu analógico y la precisión digital. El concierto parece estar diseñado como una pendiente ascendente en intensidad, con dinámicas electrónicas potentes como las que desatan “So falls the world “o “Rolling Stone”. La propuesta visual apoya las texturas musicales, incrementando las sensaciones oníricas. Láseres y leds apoyan proyecciones simples e inquietantes que reflejan pasajes del contenido lirico de los temas: El bebe de Rosemary, astronautas áureos, polígonos e inquietantes formas geométricas.

El universo de Ulver se expande dentro de las propias constricciones que se han autoimpuesto para estas composiciones de melodías aparentemente sencillas. “Transverberation”, con sus llamamientos a Santa Teresa de Ávila, o “Bring out your dead”, que podría recordar la escena que abre “Los caballeros de la mesa cuadrada de Monty Phtyon”, traen también los aspectos más burlones de las composiciones de Rygg. Cuando nos acercamos a la hora de concierto, la pendiente ascendente se convierte en asíntota, y el concierto tiende a infinito. Ulver cambia de forma delante de nuestros ojos.

“Coming Home”, el título que cierra su álbum más reciente, muta en una composición que se expande lenta e inexorablemente y que petrifica a la audiencia. Las texturas de cada una de las capas de sonido se mezclan creando algo nuevo y excitante. Como en trance, el silencio sepulcral de la sala amplifica el efecto, y lo que antes era una canción se convierte en un mantra electrónico que alcanza varias veces la cima de la montaña mágica. En una suerte cíclica de crescendos imposibles, la manada nos lleva a su guarida, pero se cuida de no llevarnos por el mismo camino dos veces.

Al terminar, Nueva York, una plaza poco dada a la benevolencia con el artista, está completamente rendida a los pies de Ulver. La banda vuelve al escenario para versionar “The power of love”, de Frankie goes to Hollywood (!), pero es imposible desconectarse de la teta de la Loba Madre. El público que sabía lo que Ulver se trae entre manos asiente con satisfacción. Los neófitos han sido convertidos. Poor little sister, I hope you understand, the baby in the woods will be taken by The Wolves.

Alberto Benito Martin