Witchcraft «Nucleus»

Witchcraft «Nucleus»

Witchcraft es una banda que surgió a pricipios de la pasada década irrumpiendo con una amalgama de riffs de sonido primitivo, muy basado en Black Sabbath, Pentagram, St Vitus y otros combos precursores del Doom tal y como lo entendemos hoy en día. Con un constante desfile de músicos, la banda ha ido mutando, aunque el principal compositor y vocalista ha permanecido en la formación hasta la actualidad. Magnus Pelander, que así se llama el tipo, tiene un registro vocal realmente excepcional y una capacidad asombrosa para mimetizarse con el sonido más rancio y agresivo de los setenta, haciendo suyos, todos esos mágicos arreglos de flautas, mellotron, acústicas y teclados retro, fusionándolos perfectamente. La producción de sus discos ha sido un factor importante en el éxito de la banda, grabando con equipamiento viejuno y buscando traer de vuelta toda esa mística y pasajes lisérgicos, que abundaban en la época en la que el metal aun estaba en pañales.

Justo en el inicio de su carrera, el viejo Lee Dorrian (el siempre inquieto vocalista de Cathedral, ex Napalm Death, etc) supo reconocer la proyección de Witchcraft y no tardó en ficharles para su sello Rise Above Records, en el cual editaron tres álbumes: «Witchcraft» en 2004, «Firewood» en 2005 y «The Alchemist» en 2007, que ayudaron, junto a los lanzamientos de otros grupos, a que el Doom más psicodélico y experimental saliera de las últimas páginas de los catálogos musicales y ocupara las portadas de las revistas musicales de toda Europa. Sin duda, Witchcraft han servido de puente para que otras muchas bandas de este estilo, descubrieran su identidad y su sonido, sin miedo a incluir matices que, a priori, podrían estar fuera de los cánones del género. Además de esto, su propuesta musical ayudó a que muchos oyentes despistados retrocedieran en el tiempo y se encontrasen cara a cara con grandes discos olvidados hoy en día. Más tarde, el grupo ficha por Nuclear Blast y lanza «Legend», un álbum que dividió a sus fans, con una producción algo más moderna. A mi parecer, los suecos consiguieron atraer a una nueva hornada de oyentes, que ignorantes de esta, digamos… «traición» a su sonido más característico, entraron de cabeza en un mundo de vinilos, ilustraciones místicas, pasajes lisérgicos y velas.

En fin, este «Nucleus» es su quinto larga duración y probablemente el más maduro de todos sus trabajos. Da la sensación de que se intenta trascender y dejar atrás géneros y etiquetas. Es innegable que Witchcraft aun suenan doomeros y dudo mucho que alguna vez se alejen de ciertos sonidos y feelings, pero se aprecia una clara intención evolutiva. De hecho, el nuevo álbum sintoniza de alguna forma con el primer material de la banda. Nos llama la atención la pátina de atemporalidad que atesoran sus trabajos y nos gusta mucho el punto de partida elegido para la composición de los mismos. Uno tiende a pensar a veces, que estos tipos poseen una máquina del tiempo y son capaces de desplazarse a oscuros locales de ensayo, llenos de cirios y pentáculos, de diferentes épocas pasadas.

«Malstroem», pieza de más de ocho minutos, es el primer tema y suena muy muy alejado de la música de hoy. La banda se lo toma con calma, dejando que su música brote con tranquilidad, permitiendo que se desarrolle y se expanda a sus anchas. Muy lejos, como digo, del ansia enfermiza que impera en la actualidad por mostrar todo de golpe y cuanto más rápido mejor. Las voces, por poneros un ejemplo, entran casi a los cuatro minutos de tema. Nos suenan mucho más trabajadas que en anteriores álbumes y con mucho más sentimiento.

Tras un cortísimo «Theory of Consequence» muy sabbathiano, llega lo que a nuestro parecer es uno de los temas del año, el impresionante «The Outcast» que es sin duda alguna la síntesis de todo lo que venimos hablando. Un riff alucinante formado por un sencillo lick de guitarra apoyado por una flauta (grande c), con un desarrollo perfecto, que nos lleva de viaje de la mano del ya mencionado Pelander, que aporta interpretaciones magistrales a las voces (muy muy Led Zep en algún pasaje) guitarra, vibráfono y teclados, junto al bajista T. Anger y al batería Rage Widerberg.

«Nucleus», es un tema de más de catorce minutos que comienza con una introducción que se arrastra por terrenos más oscuros, con arpegios que avanzan con lentitud, mezclados con líneas y toques de teclado de Michael Linder. Cuando entra la línea vocal, parece que estamos escuchando uno de esos primitivos grupos de finales de los setenta, con riffs que ahora nos parecen ingenuos (despojados de las brutales distorsiones que se manejan hoy en día), pero que tienen la suficiente personalidad para capturarnos. La voz se torna más agresiva por momentos y la interpretación es más intensa. Como a los seis minutos de tema, se produce un parón y entran de nuevo las flautas, las acústicas y los teclados, para sumergirnos en un pasaje ambiental realmente fantástico, melancólico y solemne. Unos coros, apoyados por la batería, nos transportan a otros tiempos durante varias vueltas, para dejar paso a un solo de guitarra cortante y atmosférico. Las voces de Josefin Bäck entran de forma fantasmagórica, fusionándose con la guitarra y aportando un toque folk/medieval. Brillante.

«An Exorcism of Doubts» aparece tras la suite, y entra con lentitud y calma, con un Pelander que de nuevo nos recuerda a Robert Plant. El tema alterna pesados pasajes, esta vez si, más doomeros y basados en la repetición, con otros fragmentos más calmados. «The Obssessed» comienza con un ritmo de toms y va dejando que entren riffs psicodélicos y proto metaleros, que sirven de base para que las voces reciten o exploten en ramalazos rockeros. A estas alturas del álbum, la música se vuelve más densa y repetitiva, como si estuviéramos viendo a la banda tocar en directo. «To Trascend Bitterness» posee un aura similar y demuestra la maestría de Witchcraft con los arreglos, que aparecen para apoyar al riff de turno cuando empieza a aplastarte en demasía. Los desarrollos se vuelven aun más extensos y el final es abrupto. «Helpless» entra sonando deliciosamente retro, con unos teclados realmente magníficos y un halo misterioso y melancólico. Después un riff largo y distorsionado avanza hasta mutar en su versión más acústica, para que por fin entre la voz, quejumbrosa y melódica. Lo mismo pasa con «Breakdown», Los músicos se toman el tiempo que necesitan para desarrollar las ideas. Esta vez son dieciséis minutos de tema, y cuenta con un primer bloque de unos siete minutos, poblado de teclados ambientales y atmósferas doom y con otro algo más largo, más rockero y pesado, repetitivo y de distorsión densa y fuzz que sirve de base para que Pelander nos obsequie con su interpretación más descarnada a la voz y a la guitarra. Samples muy al estilo Cathedral aparecen en medio de las capas de distorsión que se repiten hasta la saciedad, provocandonos un trance hipnótico en el que irrumpen de nuevo unos coros. Por último suena en nuestros auriculares «Chasing Rainbows» sin duda la canción más directa y de ritmo más stoner. Nos vienen a la cabeza bandas como Anathema (en ciertos registros vocales), Kyuss, Cathedral (sobre todo en esos silencios tan característicos). El final de la pieza, va decreciendo en velocidad hasta dejar inconclusa una de las vueltas, en las que de pronto volvemos a escuchar esa flauta.

Cuando termina el disco, en el silencio, nos damos cuenta de lo que acabamos de asimilar. No es un álbum fácil de digerir, no gustará a todos y necesitará de varias escuchas para procesar toda la amalgama de arreglos y texturas que contiene. Pero posee características que encontramos en obras cumbre del rock, véase; arrolladora personalidad, desprecio total por las modas imperantes, innovación y respeto a los clásicos entre otras. Si queréis disfrutar de un viaje en el tiempo y gustáis de escuchar música mientras ciertas sustancias corren por vuestras venas, este «Nucleus» es vuestro álbum. Por nuestra parte, esto es todo, ¡Saludos!